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Panes/ tererecetas

Cómo hacer pan en olla de hierro fundido

pan en olla de hierro fundido

A los amantes de los sabores tradicionales nos encantan cocinar en una olla de hierro fundido. Y es que estas permiten preparar multitud de recetas grastronómicas de lo más sabrosas y nutritivas.

Precisamente hoy hablaré de una de ellas: el pan. Si bien es cierto que este alimento básico se puede elaborar de muchas maneras, a mi la forma de hacer pan que más me gusta es en una olla de hierro fundido como estas ya que la miga obtiene una mayor cantidad de aire y la textura de la costra queda perfecta.

¿Es difícil hacer pan en olla de hierro fundido? Lo cierto es que no, aunque es imprescindible que sigas los pasos que describiré a continuación para obtener un buen resultado.

pan en olla de hierro fundido

Reúne los ingredientes necesarios

En primer lugar asegúrate de contar con todos los ingredientes que se necesitan, empezando por los 100 gramos de una masa que hayas hecho como máximo dos días antes. También tienes la opción de congelarla para hacer uso de ella cuando lo estimes oportuno.

A la lista hay que sumar medio kilogramo de harina de fuerza, así como 340 mililitros de agua. Asegúrate de que el agua no esté demasiado fría. Finalmente cerciórate de tener también 10 gramos de sal, así como un poco de levadura fresca: con medio gramo es suficiente.

pan en olla de hierro fundido

Sigue los pasos para hacer pan en olla de hierro fundido

Primeramente coge un cuenco y coloca en él todos los ingredientes, exceptuando la levadura que tendrás que añadir justo al final. Mezcla la masa con la harina y los demás ingredientes hasta que quede una mezcla homogénea.

Seguidamente llega el momento de amasar. No te pases con la presión: basta con ejercer un poco de fuerza con la mano para obtener un buen resultado. Eso sí, es una tarea que puede acarrear un poco de cansancio físico, ya que hay que realizarla durante diez minutos en total.

Después coloca la masa resultante en un cuenco grande. Si quieres evitar que se pegue es muy sencillo: simplemente embadúrnala de aceite, preferiblemente de oliva. Utiliza un film para tapar el cuenco y deja que fermente. Suelen bastar tres horas, pero si lo dejas un día entero en la nevera obtendrás un mejor resultado.

A continuación, coloca la harina en una superficie espaciosa y que hayas limpiado previamente. Acto seguido pon encima de ella la masa. Como tendrás las manos con una generosa cantidad de harina, el simple hecho de haber entrado en contacto con ellas y con dicha superficie será suficiente, así que retira el conjunto.

En una superficie sin harina, agarra la zona de fuera de la masa haciendo uso de un par de dedos. Después lleva esta parte hasta el área central. Estos nudos serán los que den pie a acabar con la tensión existente en tu propia masa.

A continuación voltea la masa y utiliza las manos -concretamente las palmas- para ir girando el conjunto. El objetivo en este caso es el de darle una forma redondita.

Coloca un trapo que esté totalmente limpio en un bol. Posteriormente encárgate de enharinarlo, consiguiendo así que la masa no termine pegándose. El nudo que has hecho antes ha de estar ubicado abajo cuando pongas la masa en este bol. Cualquier trapo te servirá para tapar el conjunto que deberá reposar sesenta minutos.

Llega el momento de utilizar la cazuela de hierro fundido. Colócala en el horno y precaliéntalo a 250 grados. Intentando que no pierda ni un solo grado, es decir, yendo muy rápido al hacer esta operación, abre el horno y coloca el pan en su interior, en esta ocasión con el nudo mirando hacia la parte superior. Tapa la cazuela, cierra el horno y deja que transcurra un cuarto de hora manteniendo la misma temperatura.
Pasado el cuarto de hora quita la tapa, cierra otra vez el horno y déjalo de nuevo otros cincuenta minutos a 200 grados centígrados para que termine el proceso. El pan resultante estará riquísimo y será muy esponjoso.

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